Nacido con la etapa cuatro de la enfermedad renal crónica como resultado de la hipoplasia – la falta de un órgano para desarrollar plenamente – era inevitable que un trasplante de riñón estaría en el futuro de Evan. Poco después de la Navidad 2012, la batalla de salud de Evan tomó un giro para peor, y comenzó hemodiálisis. Tres veces por semana, por cuatro horas cada vez, Evan y su familia visitaban el hospital donde él se sentaba en una cuna mientras una máquina filtraba su sangre y quitaba las toxinas de su cuerpo.

Finalmente, a los dos años, Evan era lo suficientemente grande para recibir un riñón de su madre, Melissa. “Yo fuí capaz de darle a mi hijo el regalo de vida dos veces”, dice Melissa, “y vivir lo hace!” “Evan trae alegría a todos los que conoce.”